Autodolor

2006/12/03

She comes

No con impaciencia, me olía que esto iba a pasar.
Las rojas luces de la calle me avisaron y decidí pararme.Todo hombre puede disfrutar de su tiempo y ella estaba delante mío, como envuelta en papel de regalo. Olvidé mi familia, mi niñez y decidí ir a por ella.
El frío del exterior me atenazaba, y buscaba algo de calor: La tarjeta visa lo pagará.
Me dijeron que ella era la más bonita, la más dulce. Confié, y allí me miraba erguida...
Mi respiración saltó de pronto y , en mis fueros internos, algo me decía de olvidar el tema: No pude evitarlo. La sangre me bullía, y ella era tan preciosa...
Me tomó de la mano sin yo pedirlo y me arrastró a su regazo. Como un colegial, me ruborizé ante su exhuberancia y fuí derrotado.
Ella me tumbó y me quitó hasta la camisa. Yo jadeaba, mientras ella me rodeaba con sus cálidos brazos. No había forma de quitársela de encima y a cada embestida suya, me temblában aún más la piernas.
Consumé el acto. Sabía que iba a ser una noche buena.
Tras una pausa, me invitó a champagne y unos dulces que tenía , seguro, desde el año pasado albergados en su recóndita alacena. Pero ella quería mucho más: Tenía la misión de dejarme seco. Me chupó hasta saciarse de mí,y con un grito, terminé exhausto. Salí corriendo , pues , según me dijo ella misma, unos monarcas iban a necesitar de sus servicios pronto.
Ella vino. La Navidad.