La perseverante manada.

Cual becerros, ejemplar grey, se dispersan hoy por los montes los Alcoyanos de pro.
Es digno seguir tradiciones, rememorar antañonas litúrgias, ser y participar de la historia. Agotar en las carnecerías, (mejor sustantivo hoy que la carnicería...), los sabrosos embutidos: La masacre quedó atrás.
San Antonio, cuyo ejemplo icónico se agota en sus tentaciones, vagaba por el desierto. El pausado Flaubert narró su prosa a sus amigos durante cuatro dias, que hastiados, sugirieron la destrucción de tamaña barbaridad. No lo hizo y podemos disfrutar de su lápiz diestro. Así lo dibuja:
-"San Antonio que lleva la barba larga, cabellos largos y una túnica de piel de cabra, está sentado con las piernas cruzadas, haciendo esteras. En cuanto el sol desaparece, da un gran suspiro y dice mirando al horizonte:¡Un día más! ¡Ha pasado otro día!..."-
Antonio desea el cielo en su tierra y desciende a los infiernos entre un gran compendio del medieval bestiario. Su meta: Ser la materia. Gloriosa fábula.
Acompaña al popular santo una Tau, y un cerdito que no habla. Si el piadoso viese a Babe, seguro le tendría más miedo que a una martícora...
Dejémosle en su cabaña y asomémos la nariz al monte: Hoy, celebrándose su nombre, el alcoyanito desea dos longanizas y vino de mesa, a ser posible en tetra-brick, dígase nefasta invención, llámese consuelo del pobre.
Se rodea de los suyos y le rodean los demás. Acaece la formación del rebaño: Disimulado entre tantos, zampa morcilla, cecina, chuleta y encurtidos varios, desde la aceituna negra hasta el "Rabet de gat": Gula desaforada que al anacoreta disgustaba: Se silencia al cerdito aún más.
Se ampara entre el tumulto de ebrios y orina a tres metros de su patrón.
Mañana, quedarán algunos huesos entre los romeros y salvias, y alguna brasa mal apagada...
Se vieron todos y se reconocieron de la misma grey. Se cumplió la esperada cita.